Ante la violencia sexual, física y emocional que sufrimos las mujeres, el feminismo ha centrado sus demandas y estrategias en la justicia penal y otras respuestas punitivas del Estado. Sin embargo, el sistema penal rara vez funciona cuando se trata de este tipo de denuncias y las víctimas, antes de obtener justicia, pasan por un penoso proceso de revictimización que siembra dudas sobre la efectividad del sistema judicial. ¿Cuál es la alternativa entonces? ¿De qué manera el derecho penal perpetúa un sistema de desigualdad y no se convierte en la solución? ¿De qué manera se ha convertido en una herramienta de populismo punitivo que no soluciona las violencias estructurales que atraviesan a las mujeres? ¿De qué maneras el uso de la justicia penal como herramienta de emancipación refuerza el patriarcado?