Para la activista Natalia Prieto experimentar la ciudad desde su bicicleta no solo la ha ayudado a sentirse más empoderada, sino que también le ha mostrado zonas que necesitan mejor planeación e iluminación. Para ella y para cientos de otras mujeres que hacen parte de colectivos que utilizan la bicicleta como forma de resistencia, montar en cicla es una manera de apropiarse de la ciudad. ¿De qué manera los colectivos feministas de bicicletas están haciendo un urbanismo colaborativo, esto es, pintando murales, reclamando alamedas y transformando sus barrios? ¿Cómo reclamamos el derecho a un espacio público que nos violenta? ¿Será verdad que a las mujeres no les gusta el ciclismo?