Dice la filósofa inglesa Sarah Ahmed: “Siempre recordaré ese sentimiento: la sensación de que allá afuera hay muchas otras como tú, de que no estás sola, de que no estabas sola. Tu propia historia complicada está escrita en palabras que se transmiten. Muchas veces pienso que leer libros feministas es como hacer amistades: una toma de conciencia de que otras han pasado por los mismos lugares”. Tal vez uno de los lugares comunes de la mentalidad patriarcal es que las mujeres no pueden ser amigas. Sin embargo, si vamos a la experiencia misma de encarnar un cuerpo femenino, nos encontramos que existen lazos de complicidad que se tejen a partir del reconocimiento del cuerpo y de la experiencia de la otra, y que constituyen una relación de apoyo y contención frente a muchas violencias de género. ¿De qué manera las mujeres tejemos complicidad con las otras? ¿Por qué hablar de sororidad puede ser problemático? ¿Qué tipo de emociones contradictorias existen dentro de la amistad femenina? ¿Cómo las mujeres nos disputamos el poder entre nosotras?