¿Qué le sucederá a Colombia si Álvaro Uribe es condenado?

¿Qué le sucederá a Colombia si Álvaro Uribe es condenado?

05 de jul de 2025

El episodio analiza el resonante juicio contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez, acusado de soborno a testigos y fraude procesal. Se discute el posible impacto de su condena o absolución en la política colombiana polarizada.

Capítulos

El juicio contra Álvaro Uribe

El expresidente Álvaro Uribe enfrenta un juicio por soborno a testigos y fraude procesal en Colombia. La fiscalía presentó numerosas pruebas en su contra, mientras que la defensa contó con una considerable cantidad de testigos. Se discute cómo el juicio ha revelado aspectos del expresidente que muchos desconocían.

El impacto del juicio en la política colombiana

El juicio de Uribe podría agravar la polarización en Colombia. Una eventual condena podría ser vista como un hito del sistema judicial, aunque se teme que el país se divida aún más entre la izquierda y derecha políticas. Se analizan las posibles estrategias que utilizarán ambos bandos antes y después del veredicto.

Las repercusiones internas y externas del resultado del juicio

Dependiendo del veredicto, Uribe podría ser percibido como mártir o víctima de persecución política. Se examina cómo la decisión podría influir en las próximas elecciones y el desarrollo político del país, especialmente para figuras como Iván Cepeda.

Conclusión

El episodio destaca la polarización de la política colombiana en torno al juicio de Álvaro Uribe. Independientemente del resultado, el país enfrenta una ruptura social que podría intensificarse. La sociedad demanda un diálogo libre de extremismos para reconstruir la confianza en las instituciones políticas y judiciales.

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La fiscalía tenía 35 testigos, entre tanto la defensa más de 70, entonces esas circunstancias nos obligan a unar esfuerzos para que por favor no sean solamente cinco testigos a diario, porque si no nos va a dar acá la navidad señalando y señalando fechas y fijando simplemente unas audiencias de dos y tres horas. Y aunque el juicio no ha terminado, está en la última etapa, pues no se necesita ser adivino para advertir hacia dónde va el agua al molino. Hasta ahora, ninguna de las pruebas presentadas en contra del expresidente Álvaro Uribe han podido ser desvirtuadas por sus abogados. Y en cambio, lo que se ha ido ratificando es el papel estelar que tuvo Álvaro Uribe en la estrategia criminal, oíganme bien, que se urdió en el 2018. Según las pruebas presentadas por la Fiscalía, el expresidente, quien en ese momento era senador de la República, habría fraguado un plan con el fin de subornar a varios paramilitares que estaban en la cárcel para que se retractaran de los señalamientos que le habían hecho en su contra, cuando en diferentes escenarios judiciales lo vincularon a los paramilitares. Como ellos querían que yo me retratara y le pidiera perdones que hace el señor a los hermanos Uribe y que yo acusara a Iván Tetea que por culpa de él y que me había quedado mal, ¿en qué me va a quedar mal si el señor nunca me ha prometido nada? El juicio que fue visto y que sigue siendo visto por miles de colombianos, por primera vez expuso ante un juez o una jueza, mejor, la cara oculta del expresidente. Esa que la mayoría de los colombianos, pues, desconocen. Y lo que se vio a lo largo de ese proceso, pues desconocen. Y lo que se vio a lo largo de ese proceso, y lo que todavía se ve, es a un expresidente no afanado por mostrar su inocencia, sino a un poderoso jefe político que se movía en el bajo mundo de Lampa como pez en el agua y que hablaba por teléfono con bandidos. Hace poco, los uribistas cuestionaron duramente al presidente Gustavo Petro por haber sacado de la cárcel a varios gestores de paz que pertenecen a la temible oficina de Envigado para subirlos a una tarima en Medellín, en la que fueron mostrados como trofeos de una paz total, que no llega. No les falta razón, pero se les olvida que su jefe, en unos audios que fueron presentados como prueba en el juicio, salió hablando de tú a tú con bandidos, como si fuera todo un don. Si este país no estuviera tan polarizado, una eventual condena del expresidente Álvaro Uribe, quien además es el exmandatario que más investigaciones tiene por violaciones a los derechos humanos, debería ser recibida como una demostración de que en Colombia la justicia funciona y que goza de muy buena salud. Pero eso no va a suceder, porque en este país hace rato pasamos la raya de la ponderación y de la decencia. Ya no se piensa, ni se reflexiona, sino que se señala. De todas formas, no hay que olvidar que Álvaro Uribe tiene varias investigaciones por hechos mucho más graves, como las que lo vinculan a las masacres de Laroy y de La Granja, ocurridas en 1997. En octubre de 1997 ocurrió una de las peores masacres que hayan sucedido en Colombia, y de la cual sabemos muy poco. 150 hombres al mando de Doble Cero, uno de los comandantes de las autodefensas, entraron a una zona conocida como la región del Aro, en Ituango. En el Aro murieron cerca de 19 personas, la mayoría de los cuales fueron torturadas, como les sucedió a Marco Aurelio Areiza, el dueño de un almacén de abarrotes, al que colgaron un árbol y le quitaron los ojos y el corazón. Luego de miles de investigaciones en el aro, no encontraron ni secuestrados, ni guerrilleros, ni plantaciones de coca. El pueblo quedó destruido, fue incendiado en llamas. Las mujeres fueron violadas y muchos fueron despojados de sus tierras, además de que los paramilitares le robaron cerca de 1.700 reces, las cuales fueron arriadas hasta Urabá durante varios días por arrieros que sobrevivieron a la masacre y que llegaron a esa zona prácticamente muertos. O al asesinato del defensor de derechos humanos Jesús María Valle, quien lo alertó a Álvaro Uribe de la inminencia de esas masacres cuando él era gobernador de Antioquia. El 27 de febrero de 1998, dos disparos en la cabeza silenciaron para siempre las denuncias de Jesús María Valle Jaramillo. El abogado y defensor de derechos humanos dedicó sus últimos años a revelar los tentáculos del paramilitarismo y la fuerza pública en Antioquia y sus nexos en dos masacres que cobraron las vidas de 20 personas, la de la granja en 1996 y la del aro en 1997 en Ituango. Y ni qué decir de los falsos positivos. Un escándalo del cual ha salido indemne y que se produjo en su gobierno cuando cerca de 7 mil jóvenes colombianos inocentes fueron asesinados por el ejército para inflar las bajas y poder acceder a los premios que les daba su política de seguridad democrática, la cual se medía, acuérdense ustedes, en litros de sangre. En los cuales decía y ordenaba que quería ver carros tanqueados de sangre, que la guerra se mide con litros de sangre. Y sí, no deja de ser una cruel ironía que con tanta carga encima, Uribe pueda terminar siendo condenado, pero por un delito menor, como el de haber sobornado unos cuantos paras en la cárcel. La otra gran ironía es que una eventual condena de Uribe no le caería nada mal ni a la derecha colombiana que anda de capa caída desde que su líder máximo está en el juicio, ni a la izquierda delirante de Petro que anda repartiendo hostias. Desde las orillas uribistas saben que cualquiera que sea la decisión, la figura del expresidente puede revivirse. Si lo absorben, se podrá alegar que todo fue un plan urdido por sus enemigos para desprestigiarlo. Y si es condenado, Uribe apelará a la decisión. Y en el entretanto, el proceso muy seguramente acabará prescribiendo. muy seguramente acabará prescribiendo, pero el expresidente quedará convertido en un mártir frente a sus seguidores. La derecha que sabe de estigmas y de cómo hacer campañas mentirosas contra los funcionarios judiciales que no se pliegan a sus designios, podrá entonces reencauchar la tesis de que todo este juicio ha sido producto no de un proceso judicial transparente, sino de una persecución política. Eso fue lo que dijo en el 2020. Ustedes deben acordarse cuando la Corte Suprema de Justicia imputó Álvaro Uribe y le impuso medida de aseguramiento por los cargos que hoy lo tienen ante un juicio. En ese momento, el propio Álvaro Uribe salió a decir que los magistrados que lo habían investigado eran auxiliadores de las FARC y que estaban cumpliendo órdenes del expresidente Castro chavista Juan Manuel Santos. Simultáneamente, los medios uribistas se prestaron como aves de carroña para sacar informaciones falsas dirigidas a desprestigiar a los magistrados y a los testigos contra Uribe. Sin embargo, a pesar de que se orquestó una gran mentira y de que muchas de esas noticias, noticias falsas, se convirtieron en verdad, su estrategia no les alcanzó para impedir que Álvaro Uribe fuera acusado primero y luego llevado a juicio. Comenzamos en Colombia. Este es el comunicado de la Fiscalía de ese país que anunció que llama a juicio al expresidente Álvaro Uribe Vélez. Durante la anterior Fiscalía, en dos oportunidades, la misma entidad pidió que fuera prescrito el proceso en contra del exmandatario. Ahora quieren repetir la fórmula, la misma fórmula, pero con algunos cambios. Saldrán a despotricar de la juez. Se le irán a la yugular a los abogados que representaron a las víctimas de Uribe dentro del proceso. Montarán historias, óiganme bien, para desprestigiar a la justicia, como hicieron en su momento contra los magistrados que imputaron a Uribe. Y se le echará la culpa de todo, ya no al expresidente Juan Manuel Santos, sino a Gustavo Petro. Con ese libreto y con esa receta que ya conocemos, el país se va a polarizar aún más entre la izquierda y la derecha. Y en esa puja, como ya me vaticinó uno de los ideólogos uribistas, va a ganar la derecha, como sucedió en el 2018. No creo que este país sea el mismo del 2018, pero sí creo que a la izquierda de Petro, que está más interesada en polarizar que en gobernar, y que mandó al carajo el acuerdo nacional, le vendría como anillo al dedo una radicalización de la derecha. Si el país se va hacia los extremos, creen ellos, pues se podría borrar el centro, que es donde están hoy los votos y los candidatos que podrían competirles. Y si Uribe es condenado, pues se podría catapultar la figura de Iván Cepeda, un gran candidato presidencial. El senador del pacto histórico fue una de las víctimas del plan que habría montado el expresidente para sobornar a testigos. Cepeda sería el único político en Colombia que podría decir que derrotó al expresidente Álvaro Uribe en los estrados judiciales. Un triunfo que muchos le van a reconocer. Si es que, repito, Uribe es condenado. La gran ironía, otra de tantas, es que se peda a un senador que ha sido artífice del Acuerdo Nacional, que siempre ha mantenido la ponderación en sus actos y que ha tenido una manera de referirse a sus opositores muy distinta a la que uno les escucha a otros petristas, pues podría terminar siendo el candidato de una izquierda radical que poco lo interpreta. Esta Colombia polarizada entre una derecha uribista que puede revivir y que carga un largo manual sobre cómo utilizar las instituciones para su propio beneficio y una izquierda petrista que aprendió a estigmatizar y a robar como la derecha, no es el país que nos prometió Gustavo Petro cuando muchos votamos por él. La buena noticia es que somos muchos los colombianos que estamos hasta acá, hasta la coronilla de las guerras, de las confrontaciones y que no queremos que la política se convierta en un arma para destruir al opositor. Ni Colombia se debería incendiar porque Uribe termina condenado, ni tampoco a la justicia se le tendría que decapitar si lo absorbe. Pero se va a incendiar de todas maneras este país porque el discurso político está dominado por dos extremos que nos están obligando a odiar. sigan odiando. Beatriz Acevedo. Producción de audio, Santiago Acosta López. Música original del maestro Oscar Acevedo. Nos pueden escuchar también en mi canal de YouTube. Gracias por escuchar. Soy María Jimena Duzán. Gracias por ver el video.