
Sunilda Valencia, una migrante venezolana en Argentina, cuenta cómo se convirtió en escritora de historias de vida de personas mayores que conoció mientras trabajaba en tareas domésticas. Relata su experiencia escribiendo sobre la vida de María, una mujer de 91 años que, a través de esta labor, descubrió el poder sanador y duradero de las palabras y las historias compartidas.
Capítulos
El encuentro con María
Sunilda conoció a María mientras trabajaba como acompañante de personas mayores. María tenía 91 años y una memoria lúcida. Durante seis meses, Sunilda escuchó y documentó sus historias, despertando en ambas un interés por preservar las memorias personales.
El poder de las historias
Sunilda se dio cuenta de la importancia de compartir las historias de vida y cómo estas pueden servir de conexión entre generaciones. El libro que escribió sobre María se convirtió en un valioso legado para la familia de María.
La transformación personal
Escribir sobre María motivó a Sunilda a explorar y contar su propia historia, así como las historias de otros adultos mayores. Esto la llevó a formar un equipo de mujeres latinoamericanas dedicadas a esta tarea, destacando la importancia de escuchar sin juzgar.
Conclusión
Sunilda Valencia, a través de la escritura de historias de vida, no solo ha encontrado una forma de preservar memorias valiosas sino también de encontrar sanación e inspiración personal. Su dedicación ha permitido que las historias personales no se pierdan con el tiempo y sigan resonando en las generaciones futuras.
Menciones
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Recuerden que si quieren suscribirse al boletín semanal de ideas en nuestro idioma, ver las charlas de TED en Español o seguirnos en las redes sociales, pueden hacerlo en TEDenEspanol.com. Los dejo con la charla de esta semana. ¿Quién contará nuestras historias cuando ya no estemos vivos? Bienvenidos al podcast de TED en Español. Soy Jerry Garbulski. Sunilda Valencia, que es doctora en Ciencias de la Educación, tuvo que empezar de cero después de emigrar desde Venezuela a la Argentina. En su nuevo país trabajó en tareas domésticas y de cuidado de personas mayores en casas particulares. De a poco empezó a escucharlos y a escribir sus historias. Dejemos que Sunilda nos cuente qué pasó después. Tengo varios días tratando de comunicarme con María y esa mañana decidí visitarla. Cuando las puertas del tren se abrieron, me sentía súper emocionada porque le iba a contar a María que el libro con su historia ya estaba listo. Cuando llegué, la portera estaba limpiando la vereda. Nos saludamos y me dijo que María había fallecido. Lo lamenté profundamente. Realmente no me lo esperaba. Escribí una nota para el hijo de María que en parte decía, tengo algo que le pertenecía a tu mamá, ahora es tuyo. Ese mismo día se comunicó conmigo y quedamos de vernos en un café. Cuando le mostré el libro que habíamos escrito juntas, lo primero que Carlos hizo fue detenerse en el título y la foto de su mamá. Leyó varias páginas, estuvimos charlando como por una hora. Estuvimos charlando como por una hora Carlos estaba sorprendido Tenía los ojos brillantes Y con una sonrisa de esas que salen de lo más profundo De esas sonrisas que no se pueden ocultar o evitar Y me dijo Zuni Es como si estuviera escuchando a mamá. Este libro es desde ahora el tesoro más valioso que pueda tener. Yo soy una mujer migrante, mamá de Zunimar, Zulimar y Zullimar, de profesión docente. Salí de mi país, Venezuela, en el 2016. Con la maleta rota me sentía vulnerable. Lo había dejado todo atrás. Triste, estaba desesperada. Necesitaba trabajar, tenía que trabajar. En mi país fui directora de una red de escuela, así que para mí lo ideal era conseguir un empleo como maestra en una escuela y logré desempeñarme en una escuela, pero como personal de limpieza. También fui trabajadora de casa particular y acompañante de personas mayores en geriátricos y cama adentro. Así conocí a María. Cuando la conocí tenía 91 años y decía que había vivido 33.215 días, cada uno guardado fielmente en su memoria. Tenía la voz suave y dulce. Era delgada, tenía la piel blanca y unos ojos hermosos azules. Le encantaba conversar y vivía sola. Comenzaba a conversar y vivía sola. Estuvimos juntas por seis meses. Nunca antes había hablado tanto con una persona de esa edad. Me impresionaba su lucidez y admiraba su memoria. Cuando María hablaba de sus hijos y de su nieta, el rostro se le iluminaba. Me contaba lo que había vivido. La época de los militares, su trabajo como voluntaria en casa cuna, sus alegrías y sus tristezas. Sus recuerdos no se parecían a los míos, pero igual que los míos, habían permanecido en silencio frente a una persona extraña, frente a una desconocida. Yo nací en el campo, rodeada de personas adultas, cultivos y cría de animales. El camino era de tierra, oscuro y culebrero. Vivíamos en el rancho de una hacienda a orillas del río Limón, donde cada vez que crecía el río, la corriente era tan fuerte que se llevaba todo a su paso. Dormíamos en hamaca, mami rociaba gasoil alrededor del rancho para evitar que entraran las culebras. Fueron tiempos muy difíciles, duros. Crecí sin escuchar mi voz, pensando que no tenía nada interesante que decir, que nadie me escuchaba y que no estaba para los demás. Pero eso cambió cuando nacieron mis hijas, con mis amigas, en la escuela y en la universidad. Descubrí que mi voz sí era escuchada. Por eso sentí esa profunda empatía con María. Lo que era importante para ella, el ser escuchada, también lo era para mí mí y en lo que me contaba vi lo extraordinario que había en lo cotidiano esas cosas que parecen simples o pequeñas pero que son la vida misma María hablaba con tanto entusiasmo de su vivencia que empecé a acariciar en mis pensamientos la idea de escribir por eso le pregunté ¿qué le parece Empecé a acariciar en mis pensamientos la idea de escribir. Por eso le pregunté, ¿qué le parece si escribimos lo que me cuenta? ¿Te animás? Me dijo. Sí, hacía rato que yo estaba animada. Y eran tantas las ganas que tenía de escribir que solo me centré en poner mis manos a la obra. que solo me centré en poner mis manos a la obra. Así que cada mañana teníamos largas charlas en la mesa del desayuno. En ocasiones María hacía una pausa, miraba por la ventana y suspiraba. Y me decía, es un suspiro de nostalgia, Zuni. Extraño mi vida. Extraño a los que ya no están. Y extraño lo que hacía. Así que con mi teléfono yo la grababa. Tomaba algunos apuntes de lo que decía y también de sus expresiones. Y mientras ella hacía la siesta, yo transcribía. Se despertaba curiosa por ver lo que había escrito y lo leía en voz alta, desde la lactás pensé que alguien se tomaría el tiempo para escribir sobre mi vida. Y es que sus recuerdos fluían como un río fresco y transparente. Me decía una y otra vez, esto que te estoy contando es desde mi corazón. Ese fue el título del libro y el primero que escribí. Hasta ese momento yo no me había detenido a pensar en esa necesidad que tenemos de comunicar nuestra vivencias y en ese poder, sabor y efecto que tienen las palabras de quien las dice pero también de quien las recibe. Para María hablar de sus vivencias era como tomarse una bebida energizante. Se reía carcajadas, lloraba, suspiraba y extrañaba. Era como recuperar con las palabras la fuerza de cada etapa vivida. Y para el hijo, el libro de mamá, el tesoro más valioso que pueda tener. Y para las nietas y bisnietas, la historia de Abu en un libro les da la oportunidad de conocer un poco más sobre ella. Y como decía María, es una delicia para mí hablar con mis nietas. Ahora es una delicia para las nietas tener el libro con la historia de María en sus manos. Y el efecto que tuvo en mí escuchar a María fue inesperado, sanador e inspirador. Empecé a plantearme algunas preguntas y no encontraba respuesta, porque al principio no podía entender cómo una persona de 91 años, a pesar de las diferentes situaciones difíciles que le tocó vivir, podía hablar con tanta fluidez de su vivencia. Desde entonces, sigo escribiendo sobre la vida de las personas mayores. Y la fórmula es muy sencilla. Escribir con el corazón y la mente abierta, pero apagando todo juicio de valor. Esto despertó algo en mí que ya no se volvió a dormir. Y empecé a contar mi historia junto a otras historias. Ahora puedo recorrer mi infancia eligiendo otros recuerdos. Veo a la niña que fui correr con los pies descalzos y el cabello despeinado. Escucho la corriente del río cuando pasa entre las piedras. Escucho el manduco que golpea la ropa para lavarla en el río. que golpea la ropa para lavarla en el río. Escucho la lluvia cayendo sobre la tierra y repiqueteando sobre el techo de suelo. Escucho y me escucho. Pude entender a la niña, a la adolescencia y a la esposa que fui, porque siempre hice lo que las circunstancias me permitieron. Lo mismo me pasó cuando escuché y escribí la historia de mi madre. Comprendí que mami hizo justo lo que pudo. Estos libros no los hago sola. Somos un equipo de seis mujeres latinoamericanas de Venezuela, Colombia y Argentina. Cada una con su conocimiento y habilidad. Nosotras hacemos todo. Desde las entrevistas, transcripción, revisión, elección de fotos, el proceso de maquetar y la encuadernación artesanal. Nuestro desafío en cada libro que escribimos es mantener la oralidad del narrador, que no se escuche mi voz, sino la suya. Frente al silencio de tantas vidas estos libros son palabras sonoras me encantó esa alianza que nació entre María y yo y agradezco haberla conocido porque me inspiró para escribir sobre esos recuerdos que hacen ruido en el silencio soy lo que escribo tocando la sensibilidad del otro como han tocado la mía. El miedo al ocaso es un sentimiento que a todos nos toca. Por eso me emociona seguir encontrando historias que puedan ser contadas y guardadas amorosamente en la memoria familiar. Cada libro es la huella digital de una vida que podrá ser leída y recordada de una generación a otra, más allá del tiempo. Si te gusta TED en Español, la mejor manera de apoyarnos es compartiendo el podcast con tus amigos. Puedes encontrar todos los episodios en TEDenEspanol.com o donde escuches tus podcasts. Soy Jerry Garbulski y te espero en el próximo episodio. ¡Gracias!