La historia de amor de Cecilia Vicuña con Colombia

La historia de amor de Cecilia Vicuña con Colombia

07 de ago de 2025

En este episodio de "A Fondo", nos sumergimos en la historia de Cecilia Vicuña, destacada artista visual chilena, poeta, cineasta y activista, quien recientemente publicó un libro con Laguna Editores titulado "Cartas Nunca Enviadas y Otros Papelitos". En esta entrevista, profundizamos en la significativa etapa que vivió en Colombia durante los años 70 que dejó una huella imborrable en su carrera artística.

Capítulos

Llegada a Colombia

Cecilia Vicuña llegó a Bogotá después del golpe de Estado en Chile en 1973, confrontando la muerte de Salvador Allende y el dolor del exilio. En un entorno vibrante bajo el gobierno de Alfonso López Michelsen, encontró en los barrios de Bogotá, sus montañas y el movimiento teatral liderado por grupos como Teatro La Candelaria y TEC de Cali, una catarsis y un impulso para nuevas expresiones artísticas.

Impacto Cultural en su Obra

La estancia de Vicuña en Colombia fue una etapa de transformación personal y artística, que le permitió adentrarse en el mundo de la creación colectiva, el performance y la expresión corporal. Estas experiencias enriquecieron su comprensión del arte y la poesía, fusionando la improvisación con la interacción social.

La Juventud Chilena y el Regreso a Chile

A pesar de su éxito internacional, Vicuña expresa la melancolía y la tragedia de una juventud desgastada por la dictadura chilena. Su regreso a Chile fue acogido finalmente con una retrospectiva en el Museo Nacional de Bellas Artes, apoyada por el presidente Boric, consolidando su legado artístico dentro del país que le había sido ajeno por tanto tiempo.

El Comienzo de una Nueva Etapa en Nueva York

Tras sus años en Colombia, Cecilia Vicuña trasladó su residencia a Nueva York, gracias a la invitación de una colega norteamericana influida por su innovador trabajo en performance. Allí encontró una nueva comunidad de artistas y feministas que influyeron en su producción artística durante décadas.

Conclusión

Cecilia Vicuña emerge como una figura inquebrantable en el arte contemporáneo, cuyo paso por Colombia fue crucial para su desarrollo personal y profesional. La publicación de "Cartas Nunca Enviadas y Otros Papelitos" permite conocer una faceta poco explorada de su vida, destacando la interacción cultural enriquecedora vivida en un periodo convulso pero fecundo.

Menciones

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               Cecilia Vicuña, la artista visual chilena, que también es poeta y que también es cineasta y que también es una activista, acaba de escribir un libro publicado por Laguna Editores, escrito por ella misma, por Cecilia Vicuña. Su título, Cartas Nunca Enviados y Otros Papelitos. y otros papelitos. En este libro, Cecilia Vicuña relata una historia que muchos no conocíamos de esta inmensa artista visual que además ha recibido premios tan importantes como el León de Oro en la Bienal de Venecia en el 2022. Cecilia estuvo en Colombia, vivió en Colombia en los años 70 durante cinco años y lo que vivió en este país, en Bogotá, sus montañas y en Cali, realmente la cambió para siempre y fue parte de la Cecilia Vicuña, esa gran artista que después el mundo conoció. Cecilia llegó acá con el corazón partido. Ella vivía en Londres y fue allá donde conoció la noticia de la muerte de Salvador Allende, un presidente por el cual ella y su familia habían votado. por el cual ella y su familia habían votado. Allende muere en medio de un asedio y una toma por parte de las fuerzas militares de Chile al Palacio de la Moneda, donde estaba él como presidente, empuñando las últimas banderas de la democracia chilena. Después de la muerte de Allende, con el corazón destrozado, Cecilia Vicuña llega a Bogotá, en momentos en que se inicia el gobierno de Alfonso López Miquelsen, un presidente liberal, progresista, que venía recogiendo las banderas de la reforma agraria dejadas por Carlos Gerard Restrepo. Y Cecilia se encontró que en Bogotá había un movimiento cultural trepidante y que específicamente había unos grupos de teatro tratando de hacer memoria y de cambiar la historia, como el Teatro La Candelaria o el TEC en Cali. No les voy a contar el libro porque la idea es que nos acompañen a este gran podcast. Queríamos traer a Cecilia Vicuña hace mucho tiempo porque admiramos su obra y a raíz de su libro, Las Cartas nunca enviadas y otros papelitos, pues decidimos ver si ella aceptaba esta entrevista y nos aceptó. Bienvenida Cecilia Vicuña aquí a fondo. Maestra Cecilia Vicuña, bienvenida a fondo. Gracias. Yo he leído detenidamente estas cartas nunca enviadas y otros papelitos, pero quiero confesarle que es un libro que acaba de publicar acá Cecilia Vicuña en Laguna Libros. Y la verdad es que yo ya sabía de este libro porque había estado en esa impresionante exposición que hizo el Banco de la República, creo que hace un año o algo así. Tres años. Hace tres años. Bueno, y ahí yo soy una gran admiradora de su obra. Y bueno, fuimos a mirar, a ver la obra de Cecilia Vicuña. ¿Y qué nos encontramos? Pues que Cecilia Vicuña había vivido en Bogotá, en Colombia, porque no solamente vivió en Bogotá, y ahí empezamos a mirar todos los rastros suyos que dejó cuando vivió en la Candelaria, cuando se fue a Cali, cuando estuvo con la gente del TEC, cuando estuvo con ese mundo de Cali en esa época que estaban todos los grandes cineastas en ese mundo que yo creo que ha servido para hacer muchas obras interesantes de una época de cine interesante colombiano. Y toda esa reflexión que usted hacía en los barrios populares de Bogotá, que yo creo que es la primera vez que uno veía a una, ¿qué le voy a decir? Una artista extranjera, chilena, viendo los barrios de Bogotá, los barrios populares de Bogotá, y haciendo sobre eso performance. Y haciendo sobre eso performance. Para mí fue realmente todo un descubrimiento y ahora esa historia de Cecilia Vicuña en Colombia está en este libro, Cartas Nunca Enviadas y otros papelitos que recomiendo ya. un recorrido de, primero, una Colombia de los 70, un mundo de los 70, donde ella también nos va a contar, la maestra, por qué llegó acá. Y es la oportunidad de tenerla aquí en el fondo. Maestra, le quería yo preguntar primero, ¿por qué terminó usted en Bogotá? Eso fue a finales de los 70, entre los 70, ¿no es verdad? 75. 75, 1975. Usted, ocurre una cosa dramática en su país, que yo quiero que usted me la cuente, que la marcó para siempre. Sí, bueno, yo llegué de acá a Londres a fines del año 72, pensando que yo volvía al Chile de la Revolución Democrática y en de que ese Chile era un sueño. Entonces llego a Londres y me demoré como dos segundos cuando se abrió la puerta del avión y comprendí que era una ciudad triste, apagada, que todo había sucedido y que por lo tanto futuro no había ahí. Entonces nunca deshice mi maleta. Y me faltaban tres meses para volver a Chile cuando fue el golpe militar en Chile. Entonces obviamente yo no pude volver porque yo desde niña fui una figura, desde niña, desde joven, fue una figura pública y de apoyo total a Salvador Allende. Por lo tanto, ¿qué pasó? Que el gobierno conservador inglés echó a todos los estudiantes de cabos chilenos que nos echó, teníamos que salir de Inglaterra. Y éramos como 10 estudiantes. Y fuimos defendidos por una organización de derechos civiles de abogados pro bono. Y todos fuimos defendidos. Y a mí me dieron asilo porque presenté mi primer libro como la prueba, la evidencia de que yo sería, digamos, sí, si volvía a Chile. Entonces ese libro mío que se llama Sabor a mí, y que fue el primer libro que salió después del golpe, salió en octubre del año 73, y que recoge, es el primer libro Que recoge la muerte de Salvador Allende Entonces con ese libro Yo recibí asilo, pero yo no me quería Quedar en Londres Y un día voy por el campus De mi universidad Donde yo estaba ubicada Y veo dos en runouts Desconocidos Y entonces Los escucho hablar español Y corro a hablarles dos en run outs desconocidos y entonces los escucho hablar español y corro a hablarles y en vez de hablarles cuando estoy ya al lado de ellos, me pongo a llorar porque tenía tal emoción de volver a hablar español y nos hicimos muy amigos y entonces ellos me presentaron a su círculo y era un círculo de bogotanos, pero la muerte de bueno. Y entonces ahí nos juntábamos a hablar tonterías y a bailar y a gozar. Entonces, cuando finalmente ese círculo se acabó y ellos regresaron a Bogotá, eran todos jóvenes estudiantes como yo, y me dijeron cuando tú algún día quieras irte de Londres o venir a Bogotá, nosotros te vamos, no sé si se usaba apañar o te llamas acoger. Acojer, apañar no, pero también se, apañar es el apañe, es como juntarse. Ah, ya, entonces acoger. Acoger. Entonces, yo estuve hasta el último minuto dudando si yo me debía ir a Zimbabue, porque también teníamos un círculo. ¿En Zimbabue? En Zimbabue, de amigos africanos que también eran estudiantes. En Londres, bueno, teníamos, en Londres en ese momento había un circuito extraordinario de exilados y perseguidos de todas las revoluciones de Europa Oriental de África, de Latinoamérica, todos los derrotados se juntaban ahí en Londres entonces era un círculo una activación de la resistencia cultural de las organizaciones y yo fui cofundadora de una de esas organizaciones que se llamaba Artistas para la Democracia entonces entre Zimbabue y Bogotá ganó Bogotá de una de esas organizaciones que se llamaba Artista para la Democracia. Entonces, entre Zimbabue y Bogotá, ganó Bogotá. ¿De verdad? ¿Así tan fácil? ¿Qué tuvo que ver la muerte de Jara? Bueno, yo estaba... Que es un dolor que todos tenemos, que es realmente una manera de tener semejante figura cultural. Víctor Jara era un hombre excepcional, de una dulzura, era de una ternura, y eso se nota en su música, en su poesía, pero de una fuerza espiritual y política tremenda. Y resulta que yo lo conocía porque éramos compañeros en la escuela de danza. Ah, viste. Entonces, claro, la maestra era Joan Jara, su mujer. Y era el Conservatorio Nacional de la Universidad de Chile. Daban unos cursos libres a la hora del almuerzo. Y cualquier ciudadano, oficinista, estudiante, cualquier persona en la calle podía entrar en ese curso gratuito. Todos los días lo grabamos. Así que ahí bailábamos. Bailábamos afro, bailábamos, danzamos clásicos de todo. Y Víctor y yo siempre nos poníamos a chacito porque no éramos grandes bailarines, ni mucho menos. Y entonces yo estaba en Londres, ya estudiaba, se había realizado un monstruoso golpe. Sí, en el 73, exacto. Entonces yo estaba en la edición de mi libro sobre mí, y estábamos trabajando en eso cuando sale un programa de la televisión inglesa que dice que Victor había sido asesinado. Entonces eso para mí fue un golpe espantoso. Yo también lo había conocido a Salvador Allende. Entonces si esos dos seres que eran seres luminosos, llenos de alegría, llenos de amor por la gente, por el bien común, como se dice ahora, si esos seres eran asesinados, eso era como un fin de mundo entonces el impacto que eso tuvo es brutal en cuanto a que ha apagado un fuego de inspiración y tú ves la juventud chilena ahora duda en cambio en mi época la juventud chilena yo diría prácticamente un 90% de la juventud estaba con esa transformación, con esa revolución pacífica. Ahora es muy posible que gane la derecha y que gane la fuerza más fascista, porque la juventud ya no tiene ese espíritu de dar, ese espíritu de generosidad, que era lo que encarnaba Víctor. Víctor Jara, sí. Estoy precisamente, ayer hice, aquí estuvo, se celebró la fundación de Gabo, los 30 años, y nos acordamos que el otoño del Patriarcado se publicó en 1935 el día en que Gabo dijo que iba a entrar una veda literaria como protesta contra Pinochet digamos tú conociste en alguna oportunidad a Gabo sí, pero él no supo que nos habíamos conocido. No, porque él tenía una obsesión, te digo, con Víctor Jara, con la muerte de Víctor Jara. Bueno, acá los colombianos tenemos una obsesión con la muerte de Víctor Jara, con la muerte de Allende. Y con justa razón. Sí, entonces, mira, como yo siempre estaba con los teatreros, hubo un momento que había una gran reunión, no recuerdo dónde, y yo estaba en esa reunión y él seguramente, me imagino que habrá sido una de las personas que hablaba ahí, y de pronto al momento de salir nos fuimos todos caminando por una calle. que era al lado de Gabo y nos fuimos caminando y conversando todo ese camino entonces en ese sentido yo pude conversar con él pero nunca le dije mira yo soy Cecilia el cuña chilena y él tampoco me dijo yo soy Gabo porque obviamente no necesitaba decir eso entonces fue una conversación así como si fuéramos dos personas que caminan por la calle y una de las cosas muy interesantes de este libro que además es muy bien escrito que ese es uno de los placeres del libro Personas que caminan por la calle. personalmente es una gran escritora. Maestra, usted llega, además, usted retrata esa Colombia de 1975 increíble para nosotros, para ustedes como una especie de gran momento de encuentro de cosas, de reflexiones culturales, y es cierto, ¿no? Y es cierto, ¿no? Hay veces se le olvida. Bueno, yo no tenía mucha, en 1935 no tenía mucha edad todavía para saber qué estaba pasando, pero más o menos estaba ya saliendo de Bogotá, esa Bogotá de ese momento. ¿Por qué no? ¿Y cómo aportó para todo su trabajo después esta ebullición que se veía en esa Bogotá de 1975? Que hay que volverla a recordar y que también la recuerda aquí la maestra Cecilia Vicuña. ¿Cómo era esa Bogotá? Y después, bueno, usted se va a Cali, en fin, con el tech de Cali. Pero, ¿cómo era esa capital con esos barrios populares, esa candelaria? Bueno, te puedo decir que así como cuando llegué a Londres y se abrió la puerta del avión, en esa época no había la manga. Entonces tú salías de inmediato del avión al aire, al aire de la ciudad. Y el aire de la ciudad te dice mucho, porque el aire contiene como quien dijera la vibración, el conocimiento colectivo, el sentir colectivo, yo lo podía sentir. Seguramente porque entrenaba en Chile por la participación social masiva, de estar siempre en trabajo comunal, colectivo y todas esas cosas entonces ahora estoy llegando a Bogotá llego a Bogotá y salgo del aeropuerto y veo esas montañas negras y caí al suelo en reverencia total entonces así como el papa besaba al suelo así igualito y se yo, porque eran vergüenza de mis amigos que me recogían yo a esta no la conozco y entonces qué pasó la vibración de Bogotá el aire de Bogotá yo lo describo así una vibración con un ritmo una vibración de vida y de ebullición de un sentir. Y entonces empecé rápidamente, por ejemplo, como yo no conocía casi gente excepto el grupo que me había invitado, que eran poetas y ellos tenían un grupo de artistas, pero yo tenía ganas de encontrar a un joven que no era muy conocido mío y que estaba en el TEC de Cali. Entonces, esa vida que yo encontré en Bogotá se vio transformada porque poco después de llegar, yo partí a Cali. A Cali, sí, tú lo cuentas muy bien. En busca, bueno, no les voy a contar todo, no les vamos a contar todo el libro, pero te vas a Cali. Claro, para encontrar a ese muchacho que en realidad era amigo de mi hermano menor. No era realmente amigo mío, pero yo era amiga del hermano mayor. Entonces, así de familia con familia, como suele ser la historia latinoamericana, llego allá con mi mamá. Mi mamá todavía es una belleza y tiene 100 años. Te fuiste en bus. En bus, obviamente, si éramos pobres. Entonces, mi mamá es una belleza. En esa época yo tenía, pongo, no sé, 26 años, por ahí, 26, 27 años. Mi mamá era una joven de 40 años, preciosa y llegamos al TEC de Cali y Enrique Buenaventura nos recibe ambas como si fuéramos grandes compañeras de este gigantesco movimiento y nos incluyen instantáneamente en su mundo entonces su mundo de trabajo, me invitan a mí a dar una charla con diapositivos una historia de mi vida y tengo una foto de ese momento que es muy linda, es la única foto que tengo y que estoy ahí con el TEC de Cali. Y entonces empieza la rumba, y mi mamá y yo vivimos en una rumba continua que era, digamos, con intervalos de trabajo. Esa era nuestra percepción. que era, digamos, con intervalos de trabajo. Esa era nuestra percepción. Y ahí conocí a seres muy maravillosos y muchos de ellos estaban de visita a Bogotá. Entonces, de regreso a Bogotá, entonces también fui integrada a la Candelaria y a la Corporación Colombiana de Arturo. Claro, que también era otro momento. Bueno, Patricia, Patricia Ariza está hoy todavía. Exacto. Patricia. Magnífica Patricia. Sí, que es una… Y Santiago García. Bueno, que él, ¿no? O Santiago García que fue el fundador. Todo el equipo me acogió y me integró, ¿ves? Entonces, sentir Bogotá como una persona que viene sola o que tiene un pequeño grupo. Y sentir Bogotá desde el trabajo diario de la Candelaria y caminar por eso. Entonces, si yo lo sentía como esa vibración así de música y de alegría, a pesar de que en esa época había guerrillas, había violencia, había pobreza. Y parte de ese movimiento campesino era un movimiento de teatro campesino. Entonces los grandes grupos como la Candelaria y el TEC y otros grupos de teatro trabajaban con los campesinos comunicándoles el método de la creación colectiva. Y yo me acuerdo de haber presenciado un festival de teatro que era así algo monumental, que llegaban grupos de toda Colombia. Había una efervescencia creativa en ese momento en las artes, en la literatura, pero por sobre todo en el teatro. Y eso yo lo cuento que para mí yo me sentía un poco alejada del arte y de la poesía porque era un tipo de trabajo más solitario. En cambio, el teatro era un trabajo donde tú estabas continuamente escuchando, aprendiendo, cuestionando, debatiendo y experimentando. Era supremamente experimental. No había guión, no había algo preconcebido, no había una intención de brillo personal, no había la carrera artística, había el transformar la conciencia, ¿ves? Entonces eso para mí era como una continuidad de lo que yo había perdido al perder Chile. Entonces, por eso yo fui tan feliz durante ese tiempo. Me acuerdo que no teníamos un centavo, todos éramos, pero una... Vivías en la Candelaria. Claro, pero nadie tenía plata, entonces cuando había que llegar a la hora de la rumba para conseguir... Hay que decir que nosotros siempre tenemos esa hora, eso sí sigue igual. O sea, esa parte no se ha acabado. Imagínate lo maravilloso que era eso para mí. Yo necesitaba reparación, curación, porque la catástrofe chilena fue la muerte de muchos de mis amigos, de mis parientes, la dispersión total de mi familia. Yo tenía una familia que era un clan de artistas, de, qué sé yo, 18 primos no sé cuántos, 8, 10 tíos, todo el círculo de amigos y refugiados mi tribuno, todo sí, ¿me entiendes? entonces para mí encontrar esa vida tan vibrante y gozosa acá fue inmenso. Y aprendiste a bailar, ¿no? Por supuesto, se burlaban de mí porque era pésima bailar. Y me decían, no, así no. Y entonces, no sé si aprendí, pero la gocé inmensamente. Una de las reflexiones, maestra, que usted hace aquí en este libro es que esa vivencia con ese, digamos, movimiento cultural que estaba alrededor del Teatro La Candelaria, que en ese momento era su ebullición, y más el TEC de Cali, usted dice que eso le ayuda a usted para entender la importancia del performance, que después usted ya empieza a construir. Y lo dice con una frase muy bonita que la tengo por acá, pero no la he encontrado, pero más o menos es lo que dice. Dice, todo esto me ayudó para empezar a construir el performance. Sí. ¿Cómo es esa? ¿Por qué no nos cuenta cómo fueron esos elementos que se fueron uniendo para hacer el performance que nosotros vimos? Lástima que no se pudiera, varios de esos lo vimos en la exposición precisamente del Banco de la República. Sí, bueno, qué linda pregunta, me emociona porque te cuento que yo había, mientras era chilena, antes del golpe militar, yo había dado mi primer performance de poesía en Chile frente a 5.000 personas y era el único performance que yo di, porque Chile era así en ese momento. Entonces me acuerdo que yo me encontré con un micrófono por primera vez y había 5.000 personas mirando yo era una joven, no sé, tendría 22 años seguro que parecía que tenía 14 porque era chica y flaquita y entonces empiezo con esos poemas asquerosos, eróticos que hacía yo en mi juventud y un silencio así tremendo y cuando terminé la multitud gritaba ¡más poesía! ¡más poesía! ¡más poesía! Entonces, esa era mi primera vivencia de un performance. Pero esa palabra, performance, no se conocía ni se pensaba. Era un recital de poesía. Bueno, en fin, me voy, estoy en Londres, viene el golpe, y el Comité de Solidaridad con Chile, que era un comité de ingleses, escoceses y otros exilados, me invitan a que yo me convierta en una speaker, una persona que da charlas en los sindicatos. Y de un minuto para otro yo tuve que inventar una especie de performance, que tampoco se llamaba performance, que consistía en que yo, que era esa flaquita chica que los sindicatos percibían más bien como una especie de hippie extraño, y que me miraban así con gran desconfianza cuando yo llegaba. Y entonces yo tuve que encontrar una forma de contar la historia de la lucha de clases de Chile, pero desde la perspectiva del arte. Y entonces mostraba mi propia historia, pero entreverada con la historia social de Chile y al final todos esos obreros ingleses que eran completamente solidarios con Chile me abrazaban y se producía como una calidez inmensa pero eso tenía como la restricción de que era un servicio de comunicación del sufrimiento y de la necesidad de la solidaridad en ese momento. Pero entonces al llegar a Bogotá todo eso se suelta. ¿Por qué se suelta? Se suelta precisamente por el método de la creación colectiva. Porque me acuerdo que nos reuníamos a las 7 de la mañana todos los días. ¡Guau! Y entonces, imagínateate después de la rumba yo estaba a las 4 ya estábamos en pie trabajando y empezaba un movimiento era la sesión de expresión corporal y una gimnasia acrobática y saltar eran verdaderos demonios todos los actores yo me incluía y yo saltaba y me daba vuelta en el aire igual que todos. Y después de eso empezaba la improvisación. Entonces fue eso, yo no participaba, yo observaba porque yo hice la escenografía de como siete obras. Exacto, eso es otra de las cosas que salió en la exposición del Banco de la República, que también hacen escenografías tuyas. Sí, pero en ese momento yo estaba ahí con el propósito de ver cómo la historia empezaba a crecer a través de la improvisación. Y fue ese acto de observar el proceso de nacimiento de la improvisación a través del arrojo, de que tú te atrevías a pegar un grito te atrevías a decir no, ¿me entiendes? perdón mi rojo y entonces eso fue muy liberador para mí entonces sucedió que como yo soy poeta y siempre escribía aunque mi poesía siempre fue marginada en Latinoamérica, no importaba yo seguía escribiendo y me presenté al concurso de poesía que se marginada en Latinoamérica, no importaba, yo seguía escribiendo, y me presenté al concurso de poesía que se llamaba Eduardo Coté Lamos. ¿Qué es? ¿A qué? Sí. Y entonces uno de los jurados, después de que ya se había otorgado el premio, me llamó por teléfono a Bogotá y nos habían presentado, casi no nos conocíamos, pero él me llamó y me dice, Cecilia, tu libro fue el único que fue leído en voz alta, de principio a fin, durante las deliberaciones del concurso. Pero no te dieron el premio porque era un libro escandaloso, erótico, y por supuesto eso no se puede publicar. Y además eres chilena y eres mujer, así que el precio se le dio a otros. Se tenía yo todos los ingredientes. Sí, sí, eso pasa. Entonces yo hice algo muy extraño y le dije, él era Jaime Manrique Ardila, muy buen escritor y poeta. Y le dije, Jaime, ¿por qué tú no publicas eso? Y nunca un hombre latinoamericano en esa época podía escribir o hablar de una mujer. Eso no se usaba. Entonces ya me dicen. Y entonces lo publican en El Espectador, en el Magazine Dominical. Entonces de un minuto para otro todo el mundo estaba intrigado. ¿Qué eran esos poemas asquerosos? Lo publican, hay que decirlo, sin el nombre o con el nombre. Bueno, no se publicó. Ah, no se publicó en El Espectador, pero en nombre? Bueno, no se publicó. Ah, no se publicó. En El Espectador, pero en El Espectador sí se publicó. Pusieron uno, uno. Ah, uno. Pero si decían que era tuyo. Y no de los chanchos. No sé si ustedes dicen chancho, pero en Chile se dice así. De los eróticos. No, también había poemas decentes. Entonces, puso uno de esos. Entonces, pero empezó la bola, sí, se dice la bola en Colombia, de que la gente dice, pero ¿y dónde están esos poemas? Queremos escuchar esos poemas. Entonces, ahí yo inventé mi performance. Entonces me encontré con dos músicos, uno que tocaba la conga y el otro la guitarra, y empezamos a improvisar con mis poemas. Y yo me empecé a ganar la vida con eso y entonces hice varias performances en Bogotá y eran performances así, de improvisación pero en base a esos poemas, que es básicamente lo que sigo haciendo ahora y entonces como que se formó ese arte mío completamente en Bogotá, ¿ves? Y a partir de esa liberación, ¿qué es la improvisación? Ahora se llama improv. Claro. Tú lo hiciste hace tanto tiempo. Más de 50 años. Más de 50 años, imagínate. Es increíble. Más de 50 años. York, en fin, y su amada Chile, ella terminó siendo, o sea, una exilada de Chile, ella pensó que iba a estar cinco años nomás y resulta que terminó muchísimos, ¿no es verdad? Toda una vida, claro. Toda una vida. Pero eso cambió con la llegada del presidente Boric al poder. ¿Cómo fue eso? Bueno, yo empecé a regresar a Chile incluso cuando vivía acá en Bogotá y siempre hizo obra y publiqué en Chile, pero todo eso era invisible, era negado, marginado. Entonces, finalmente, cuando llega el presidente Boric al poder, él apoya un proyecto del Museo Nacional de Bellas Artes que por primera vez en más de 50 años quiso hacer una exposición de Cecilia. Yo había hecho dos exposiciones individuales antes de irme a Londres en el año 71 en el Museo Nacional de Bellas Artes y esa fue mi última exposición en un museo chileno desde el año 71 hasta creo que fue el año 23 en que finalmente el museo hace una exposición de Cecilia en el mismo museo también fue una ocasión de llorar y eso fue posible gracias a que él hizo como un acto histórico que fue una orden ejecutiva para darle suficiente fondo al museo nacional para hacer una exposición retrospectiva de Cecilia que además viajó luego a Buenos Aires y a Sao Paulo. Entonces, eso fue un acto de apoyo al arte y la cultura nunca visto en Chile. Y bueno, eso... ¿Qué sentiste ese día? Bueno, justo el día de la inauguración había habido las elecciones de Congreso y por primera vez en la historiauración había habido las elecciones de congreso y por primera vez en la historia de Chile había ganado la derecha. Entonces la inmensa alegría de estar ahí con mis antiguos amigos y con todo ese apoyo del museo y de la nueva juventud que hay en Chile fue opacado por ese triunfo mortal. Y entonces, yo me acuerdo que el performance que hice yo empezó con estas palabras, decía, aquí estamos los derrotados, pero somos derrotados por ahora. Y entonces toda esa pesadumbre que estaba en ese cuarto, que había, no sé, mucha gente, se empezó a transformar y terminamos bailando. Entonces volvió el gozo, por lo menos por un instante, y la idea de que no todo está perdido precisamente si nos unimos. Entonces es muy dramática esa desunión, esa discordia que existe entre las fuerzas que quieren el bien del pueblo. Y mientras eso siga así, obviamente la derecha va a seguir ganando y nosotros vamos a estar en una situación muy dramática porque Latinoamérica se está convirtiendo en una colonia minera donde incluso los gobiernos progresistas, incluidos Chile, le están dando la pasada a las corporaciones para extraer y destruir todo. Entonces hay como una necesidad inmensa de que haya conciencia y que ahora hay que amar la tierra y amar nuestra cultura con un amor nunca visto. Para defender, defender la belleza y defender la vida de las selvas, los ríos, las aguas. Bogotá se está quedando sin agua, Chile entero se está quedando sin agua y así todo, más minas, más minas, más destrucción. Entonces, es absurdo. ¿Dudaste cinco años, no es verdad? ¿Cuántos años? Sí, cinco años. ¿Y después? ¿A qué? ¿Cuántos años? ¿Cinco años? Sí, cinco años, sí. ¿Y después? Entonces, en uno de sus performances, en el público, había una poeta norteamericana feminista que se llamaba Jenny Neville. Y Jenny ve eso y me dice, ¿pero esto qué es? O sea, que ella nunca había visto eso, ni siquiera en Estados Unidos. Claro, es que... Era una cosa, una creación única. Entonces, ella se da cuenta de eso y me invita a venir a hacer yo mi performance Claro, es que sí. Un individuo cualquiera. O sea, y te casaste y ya. Y te fuiste a Nueva York. Y seguí en Nueva York hasta ahora. Entonces perdí a mi Bogotá adorada, pero también, qué sé yo, la vida sigue. Y en Nueva York también tuve mucha suerte porque inmediatamente fui acogida por una comunidad extraordinaria de artistas, poetas, pensadores y sobre todo fui acogida por una organización feminista. Entonces ya el feminismo estaba dando más fuerza. Y eran unas mujeres, pero ya de una fuerza. Y me invitaron a un colectivo que ahora es legendario y que había empezado antes, había empezado a comienzos de los 70, yo llegué a Nueva York en el año 80 y este colectivo duró hasta fines de los 80, así que fue para mí toda una educación porque era una revista que se llamaba Heresies, Heresías, Art and Politics, Colectivo o algo así, de arte y política. Entonces nos reuníamos todas las semanas y construíamos un número de la revista. Ya para terminar, maestra, ¿cómo fue la propuesta? Una de las cosas que la gente en Colombia no sabe es que precisamente Cecilia Vicuña estuvo aquí esos años. Y este libro es esa oportunidad de saber que una artista de la talla de Cecilia Vicuña estuvo acá y se nutrió de un país que siempre dicen que es un país muy complicado y sigue siendo, porque eso sí, ¿para qué voy a decir que no? Pero, ¿cómo se sintió usted recordando esa época para hacer este libro? Porque es toda una época en que usted recuerda y la verdad es que hay cosas muy precisas que usted dice, esto me sirvió, esto me ayudó. Al hacerlo tanto tiempo después, ¿cómo fue ese proceso? Porque eso también es un proceso de creación. Claro, mira, aquí hay que darle crédito en forma total y absoluta a Juan Diego Pérez. absoluta a Juan Diego Pérez entonces Juan Diego Pérez es un joven escritor colombiano, bogotano que está en Nueva York hace bastante tiempo, aunque es muy muy joven y en el momento en que él se acercó a mí se acercó a mí porque él fue alumno de una gran historiadora de arte chileno que es Carla Maquiavelo y que es esposa de Ricardo Gallo, el músico y compositor. Yo lo conocí a Ricardo gracias a Carla, con quien vengo colaborando hace 10 años y con quien dimos el concierto ayer o antes de ayer en el auditorio de la Tadeo Lozano. Entonces, Juan Diego llega a mi casa y empezamos a conversar. Él estaba haciendo su tesis y él contó esto en la Biblioteca Nacional el otro día, que él había llegado con una serie de preguntas para su tesis y no me las pudo hacer porque se encontró con la realidad de una Cecilia, él no lo dice así, pero una Cecilia anciana, y con un archivo gigantesco guardado. Y entonces en medio de las conversaciones él dice que yo misma lo invité a que él estudiara mi archivo. Yo me lo acordaba al revés, pero sea como fuere, el caso es que si él no hubiera llegado a mi vida, ese archivo seguiría guardado. Y entonces él tuvo el coraje de entrar y encontrarse esa carpeta enorme de cartas nunca enviadas. Y que estaba dentro de una carpeta que se llamaba Colombia. Y que yo en realidad nunca había leído. ¿No me digas? Claro, porque la vida sigue, yo sigo escribiendo, sigue muy intensa mi vida en Nueva York. Y también porque fue un periodo en que yo cuento lo bello, pero también fue un periodo de enorme dolor y de enorme sufrimiento, mi periodo colombiano. Entonces yo por eso tenía seguramente miedo de encontrarme con las revelaciones de una escritura completamente desnuda, que es la razón por la que este libro funciona. Porque no hay mediación, o sea, yo no ocultaba nada. Entonces veo que Diego empieza a leer estas cosas. Impresionante eso. Y él es el que tuvo el arte de escoger, porque eran muchas más cartas. Él escogió estas estas él hizo todo este trabajo entonces para mí esta es una obra que ahora existe gracias a Juan Diego y que yo leeré en algún momento porque ahora le corresponde a otros leyes pero maestra ¿no será que usted nos puede leer? ah, si tú escoges un pedacito sí, claro. ¿Eso? Sí. De gusto. Querido JR, la noche estaba perfumada en Bogotá cuando llegué y Jota me estaba esperando en el aeropuerto entre esos pinos y eucaliptos que están al mismo borde de la placita a la que uno sale, igual que las placitas de Chile, todo como un pueblito. Cactus y cardenales y un poco de pasto desordenado, tieso y parado, como puede crecer con toda la lluvia y la sombra que hay en esta ciudad. Y anoche nos fuimos al páramo a adorar al fray Lejón que ahora está amenazado porque lo están extinguiendo la gente que lo está incendiando qué pecado mortal bueno perdón y anoche nos fuimos al páramo del fray Lejón a más de 3000 metros de altura donde el cielo está siempre mojado no, el suelo está siempre mojado nos fuimos al páramo del Fray Lejón, a más de tres mil metros de altura, donde el cielo está siempre mojado, no, el suelo está siempre mojado, es que las lágrimas no me dejan leer, perdón, y las nubes bailan entre los líquenes. Allí, cuando sale el sol, se iluminan las gotas a ras de suelo, y luego, si se baja hacia el o oeste hay una roca inmensa, un acantilado por donde los chifchas, que ahora en realidad conocemos como muiscas, tiraban a sus sacrificados y un vallecito cortado a pico lleno de plátanos y coronas de linca, caña de azúcar y mil otras flores tropicales todo esto no es sino el principio de un viaje de 3.000 kilómetros que vamos a hacer hacia el norte para recorrer toda la costa hasta el territorio tairona y la punta de la guajira y luego regresar por bucaramanga y boyacá a la sabana de bogotá como aquí le llaman en los primeros días de diciembre. Entonces pienso empezar a trabajar. Es tanto el gozo de estar aquí que se hace difícil pensar siquiera en regresar. Siento como las pinturas y los poemas se llenarían de una vida y un color que nunca antes conocí. Siento que este es un territorio fértil para trabajar. La gente es tan bella y habla tan diferente. Tranquilo, tranquilo. O la vaina o la berraquera, lo jarto y lo tenaz. Y en su particularidad se empieza a abrir la lengua de una manera especial. Está la salsa y el vallenato que aquí se baila con una delicia sin igual. Por ahora te mando aquí el diseño para el logotipo del Centro de Defensa de la Cultura Chilena, al que faltaría agregarle en letritas más chiquitas la dirección postal que tendremos acá. Oye, perdón, ¿dónde tengo? Maestra, muchísimas gracias. Queríamos tenerla acá hace mucho tiempo y la verdad es un honor que esté aquí, que nos haya leído parte de esas cartas que hoy afortunadamente las vamos a conocer todos los colombianos muchísimas gracias y que vuelva acá la queremos mucho mientras vamos a conocer todos los colombianos. Muchas gracias. Muchísimas gracias, maestra. Y que vuelva. Acá la queremos mucho. Gracias. Volveré. A Fondo es un podcast producido por Mafialand. Producción general, Beatriz Acevedo. Producción de audio, Santiago Acosta López. Música original del maestro Oscar Acevedo. Nos pueden escuchar también en mi canal de YouTube. Gracias por escuchar. Soy María Jimena Duzán. Gracias por ver el video.