
La adicción al café de Petro y mi carta al presidente
24 de abr de 2025
En este episodio, se discute la controversia en torno a las cartas dirigidas al presidente colombiano Gustavo Petro, centradas en cuestiones de legitimidad y manejo del poder, y la insinuación de un posible problema de adicción. La reflexión aborda el impacto de las decisiones de Petro y la respuesta política de su círculo cercano.
Capítulos
Introducción de la carta
La carta se presenta como un acto de respeto y consideración hacia Gustavo Petro, destacando el entusiasmo inicial por su triunfo electoral como un cambio en la política colombiana. Se mencionan críticas a la "petrofobia" y se subraya que su presidencia representa una madurez en el sistema político.
Críticas al desempeño de Petro
Se critica el aparente desgobierno y la percepción de Petro como un presidente aislado y cansado. La carta recuerda una entrevista previa donde Petro apunta a grupos económicos como poseedores del verdadero poder, contrario a sus capacidades presidenciales.
La controversia de la adicción
Se aborda directamente la acusación de un problema de adicción de Gustavo Petro, sugiriendo que éste podría influir en su gobernanza. Se llama a la sinceridad sobre el problema para garantizar una gobernanza eficaz y transparente.
Reacciones y consecuencias
La carta insta a Petro a sincerarse con el país, señalando la necesidad de enfrentar problemas de salud como la adicción de manera abierta. Se menciona la respuesta del Presidente en redes sociales, que descarta tener problemas de adicción.
La carta de Álvaro Leiva
Se observa cómo una carta posterior de Álvaro Leiva dirigida también a Petro vuelve a traer el tema a la luz. Se especula que Leiva, molesto con el presidente, decidió hablar abiertamente sobre una posible adicción de Petro, generando tensiones políticas.
Conclusión
La situación destaca las tensiones dentro del entorno político colombiano y la importancia de la transparencia en el liderazgo. Las cartas reflejan una crítica severa al manejo del poder por parte de Gustavo Petro y reavivan un debate sobre su capacidad de gobernar efectivamente.
Menciones
A raíz de la carta que le envió el ex canciller Álvaro Leiva al presidente Gustavo Petro, que además ya tuvo una respuesta, yo recuerdo que escribí en septiembre del 2023 una carta muy similar a Gustavo Petro, pero con intenciones muy distintas. En ese momento me cayeron rayos y centellas por haber tocado el tema de una posible adicción del presidente Gustavo Petro. Sin embargo, por considerar que es valiosa lo que dije en esa carta, he decidido volvérsela a comunicar a ustedes a través de este medio. Dice así la carta. No ha sido fácil escribir esta carta, presidente, pero quiero decirle que lo hago desde el respeto y la consideración que me merece usted. Soy una de las colombianas que votó por usted en las elecciones presidenciales con la convicción, además, de que encarnaba el deseo de cambio de una gran mayoría de los colombianos. Su triunfo lo sentí como una bocanada de aire fresco que le devolvió la ilusión a la anquilosada política colombiana. Primero, critiqué a la petrofobia que preconizaba que usted era como el anticristo que iba a acabar con la propiedad privada y con el Estado de Derecho. Y siempre consideré que su llegada al poder era un acto de madurez de la democracia, porque por primera vez el sistema político le abría las puertas a un proyecto de izquierda sin matar a su candidato. Sin embargo, tras un año y medio de mandato, son muchas las oportunidades perdidas, presidente. Y lo que se siente es desgobierno. A usted se le ve cansado y embolatado con el poder, como si después de haberlo buscado tanto, no supiera qué hacer con él. Hace unos meses, en una entrevista para mi podcast, usted me dio una explicación sobre por qué le estaba resultando tan difícil gobernar y sacar adelante su agenda de cambio. La respuesta me tomó por sorpresa la que usted me dio. Yo no llegué al poder, me dijo. Llegué fue al gobierno porque el poder, el verdadero poder, lo tienen otros, los grupos económicos. La frase no revela nada que no sepamos. Que los grupos económicos han acumulado un poder desmedido, pues se lo viene diciendo el marxismo desde hace mucho tiempo. Sin embargo, decir que usted es un presidente sin poder es una premisa fantasiosa y falsa. Ni los Gilinski, ni los Armiento, ni los Santo Domingo tienen la facultad presidencial de dictar decretos, de formular y ejecutar políticas de Estado que usted sí posee. Este, además, es un sistema presidencialista, Este además es un sistema presidencialista Que le proporciona a los jefes de estado Una batería de herramientas poderosísimas para gobernar Y usted las tiene todas a su disposición Y de hecho, las está usando Lo que nunca me imaginé Es que usted fuera a aislarse y ausentarse cada vez más del poder, en lugar de utilizar estas facultades presidenciales para gobernar el país. Es como si a usted, señor presidente, le pesara su destino. No sé si lo sabe, pero sus continuas ausencias dejan al país en suspenso, lo sumen en la incertidumbre y solo sirven para que sus subalternos amasen poder, gobiernen a su acomodo y le mientan al país fabricando historias para justificar sus ausencias que ya nadie cree. sus ausencias que ya nadie cree. Cuando desaparece, presidente, de la escena, sabemos de usted de la manera más ríspida, por sus trinos, algunos de ellos razonables, otros delirantes, hechos a las tres de la mañana, y otros mal escritos que llaman a la revancha y a la pelea, y otros impresentables que proclaman victorias electorales que no se dieron. Un ejemplo de esto fue ese mapa que usted publicó tras las elecciones de octubre, en las que se eligieron alcaldes y gobernadores, en donde el pacto histórico aparecía triunfando hasta en Bogotá, cosa que no pasó. Ya no queda rastro del Petro conciliador dispuesto a tender puentes, que representaba una izquierda no sectaria y que hablaba de la necesidad de un acuerdo nacional para sacar adelante su agenda de cambio. Hoy solo tenemos al Petro atrincherado, que dispara trinos que llaman a la confrontación y que parecen hechos por un activista y no por un presidente. Quien más disfruta de este espectáculo es la oposición, que se ha quedado callada con cada metida de pata del gobierno porque está convencida de que la izquierda va camino al suicidio. Buscando explicaciones sobre por qué usted está tan atrincherado, me encontré con una posible causa. Hay fuentes que me aseguran que las razones de sus desapariciones, las cuales se han vuelto cada vez más frecuentes y prolongadas, tendrían que ver con que usted ha querido mantener oculto un problema de adicción. Si eso es cierto, presidente, debería sincerarse. Primero con usted mismo y luego con el país que lo eligió, y con los que lo elegimos, y contarnos lo que realmente le sucede. Según varios psiquiatras expertos en adicción, todo lo que hace un adicto está determinado por su adicción. Es decir, desde la forma como come, como habla, como ama y como odia. La forma como escribe, como se relaciona con su familia, con la sociedad y hasta con los actos más nobles de la vida. En un gobernante que padezca esta enfermedad pasa lo mismo. Todos sus actos de gobierno estarían fundamentalmente influidos por la adicción. Los adictos, sin darse cuenta, crean un mundo mitomaniaco que niega su condición, que los obliga a mentir y que les permite mantener un patrón de conducta en el que aparecen los retrasos, las desapariciones repentinas de conducta en el que aparecen los retrasos, las desapariciones repentinas y en el que la persona asume un comportamiento errático. Creen que la culpa de sus problemas la tienen el mundo y los demás y son incapaces de verse a sí mismos como los causantes de sus propios errores y son unos cínicos inconmensurables. Pero sobre todo, andan en una permanente paranoia y desconfían hasta de su sombra. Son unos lobos solitarios. respetuosamente a que lo debele. La adicción es un problema de salud que afecta a muchos colombianos y aceptarlo no es ni pecaminoso ni es una falla moral. Tampoco es una tara. Es una enfermedad que tiene solución si se trata a tiempo. Déjese tratar, presidente, que el país y su proyecto político están de por medio. Si usted quiere cambiar a Colombia de una vez por todas, debería sincerarse y dejar de decirnos mentiras. Lo más difícil de las adicciones es aceptarlas. Una vez eso sucede, el adicto queda liberado y puede empezar su recuperación. Si usted hiciera eso, le quedaría el camino expedito para gobernar muchísimos colombianos, incluso de los que no votaron por usted. Usted tiene derecho a estar triste, a estar cansado, a tener un momento de tranquilidad y de descanso. A estar cansado, a tener un momento de tranquilidad y de descanso. A lo que no tiene derecho es a vivir una doble vida, porque eso lo convierte en presa fácil del chantaje y le impide tener una mente clara para gobernar. Este país lo eligió a usted como presidente y lo necesita al mando del timón. No eligió a los que lo están chantalleando. Usted mismo ha dicho que las drogas son sobre todo un problema de salud pública y que la guerra contra las drogas fracasó. Estamos de acuerdo. Pero también el hecho de confesar que usted sufre de adicción no puede ser un pecado ni una vergüenza, sino un acto de profunda honestidad. Después de la publicación de esta carta, que se hizo con todo el respeto que me merece, repito, el mandatario, Gustavo Petro respondió en su cuenta de X lo siguiente. La única adicción que tengo es al café por las mañanas. Cuando yo escribí esta carta al presidente, Álvaro Leiva era ya canciller de la República y no dijo ni mo. Se quedó callado. Y no dijo ni mo, se quedó callado. Sin embargo, un año y medio después, Álvaro Leiva decide sacar una carta, publicar una carta dirigida a Gustavo Petro, presidente, hablando de sus problemas de adicción. La pregunta es por qué hoy Álvaro Leiva, año y medio después, decide contar lo que él vio y que mantuvo oculto durante tanto tiempo. Yo tengo la respuesta. Me atrevo a decir que Álvaro Leiva está muy molesto con el presidente Gustavo Petro porque lo sacó del llavero. Y ahora sí decidió sacar los trapos al sol. Así es la política.